No es Bonizzoni un clavecinista muy activo en los escenarios españoles, ni tan siquiera con su grupo La Risonanza. Tampoco su discografía a solo es especialmente amplia, aunque sí dedicó en su tiempo, finales de la década de los 90 y principios de los 2000, algunas grabaciones precisamente a este repertorio veneciano –monográficos dedicados a Merulo, Picchi y la escuela veneciana, Andrea Gabrieli y el más tardío Galuppi conforman este corpus–. Es un repertorio brillante, sin duda virtuosístico, con el uso de las escalas que recorren buena parte del teclado de arriba abajo en una visión muy extrovertida de la música para tecla. Quizá no hay la experimentación tan vehemente de Frescobaldi, y a buen seguro no se encuentra aquí la hondura expresiva de Froberger –su mezcla de estilos lo hace «menos italiano»–, pero es música que exige del solista una técnica poderosa y un conocimiento importante del lenguaje. En las cuatro obras de Picchi demostró ya su enorme solvencia, con un trino muy fluido al inicio delPass’emezzo, destilando enorme solidez en las virtuosísticas escalas de la mano derecha, acompañándose con una notable densidad de sonido en los acordes de la izquierda, remarcado con exquisitez las disonancias y trabajando sobre el ritmo con manifiesta rigurosidad. En elBallo ongaroy laPadoana detta «La Ongara»flexibilizó su toque para aportar una cierta liviandad del carácter de danza, perfilando el movimiento paralelo de ambas manos con gran acierto, dibujando las variaciones con exquisitez, en un fraseo además elegante y de enorme limpieza de sonido; laPadoanapresentó un registro al clave distinto, remarcando las sonoridades tardorrenacentistas aún de esta música, dulcificando mucho el registro agudo del instrumento, en una versión muy delicada y pausada de esta danza de enorme clase. LaToccata, FVB 95, de un carácter claramente distintivo de las otras obras, llegó con una gran libertad melódica desde el inicio, muy flexible especialmente en su mano derecha, mientras con la izquierda resolvió las cadencias con una sutilidad muy marcada. Bien aligerado en textura el contrapunto, la imitación motívica entre ambos fue resulta con brillantez, elaborando una escritura virtuosística con su punto justo de exhibición, sin querer mostrarse más de lo debido.

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Fotografías: Dolores Iglesias/Archivo Fundación Juan March

 

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