Crítica de la Revista Scherzo del concierto de Tiento Nuovo (Ignacio Prego) y Steven Isserlis en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid el pasado 20 de enero de 2023

Steven Isserlis encandila al Auditorio Nacional

Pocas veces un concierto del ciclo Universo Barroco del CNDM había suscitado tanta expectación. Agotadas las entradas desde hacía no pocas fechas, algunos melómanos merodeaban el acceso al Auditorio Nacional en busca del pequeño milagro de encontrar a última hora una entrada imposible. El culpable de ello era un mediático violonchelista británico, Steven Isserlis (Londres, 1958), que había aceptado la invitación de uno de los grupos de música antigua españoles más inquietos y activos, Tiento Nuovo, para ofrecer un programa infrecuente (infrecuente, por lo poco que se programa la música galante en España) con obras de Carl Philipp Emanuel Bach y de autores más o menos coetáneos suyos: Luigi Boccherini, Carl Heinrich Graun y Pietro Antonio Locatelli (al que, según el día, se le puede considerar más barroco que galante, o viceversa).

 

En el número de Scherzo que saldrá publicado en febrero, aparece una entrevista con la violinista francesa Amandine Beyer, en la cual expresa algo que invita a la reflexión: “Carl Philipp Emanuel es lo máximo para un ensemble de cuerda, aunque me temo que los programadores no van a opinar igual”. No puedo estar más de acuerdo con ella: el más aventajado de los hijos de Bach escribió auténticas maravillas para grupos como Tiento Nuovo (sin saber, claro, que ese tipo de grupos proliferarían tres siglos más tarde), pero, ignoro los motivos, la música de Carl Philipp se programa muy poco o nada. No hay más que escuchar el Concierto para violonchelo en La mayor Wq 172(1753) que cerraba el programa para comprobar que estamos ante un compositor descomunal, aunque, lamentablemente, opacado por la infinita sombra de su padre. Sabedor de ello, Isserlis puso toda la carne en el asador y dio una magistral lección, arriesgando hasta extremos insospechados, recorriendo con pasión todos y cada uno de los recovecos que encierra tan fascinante obra y entusiasmando a un público totalmente entregado.

 

Isserlis es un intérprete atípico: toca siempre tripa, aunque dista mucho de ser historicista. En esta ocasión, su stradivarius “De Munck” iba montado con una cuerda de tripa pura (la de La) y tres entorchadas (probablemente, así es como lo hacían ya los violonchelistas en tiempos de Carl Philipp y, por supuesto, en los de Boccherini). Sin embargo, Isserlis no renuncia a la pica ni al arco moderno. La posición —perpendicular, no vertical— en la que toca, debida, precisamente a no sujetar el violonchelo con las piernas, produce una proyección que redunda en un sonido menos amplio. Por ello, en algunas fases de este concierto (y del del Boccherini, el nº 7 en Sol mayor G 480), el violonchelo quedó algo tapado por la orquesta, que tampoco era tan amplia: cinco violines (Hiro Kurosaki al frente, junto a Miriam Hontana, Belén Sancho, Víctor Martínez y Daniel Pinteño), viola (el magnífico Alfonso Leal del Ojo), violonchelo (María Martínez) y contrabajo (el omnipresente Ismael Campanero). Además, claro, de Ignacio Prego, que dirigió con tino y energía desde el clave.

 

Sin desmerecer a Locatelli, Graun y Boccherini (este último, que fue un virtuoso del violonchelo, tiene composiciones para este instrumento bastantes más interesantes), está claro que fue Carl Philipp quien se llevó el gato al agua. Es una auténtica tragedia que no se le pueda escuchar con más frecuencia, porque, repito, como atinadamente afirma Amandine Beyer estamos ante el sumun de la música de cámara para cuerda. Sobre todo, si quienes la ejecutan alcanzan un nivel tan alto como Tiento Nuovo.

Eduardo Torrico

(Foto: Elvira Megías)

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