THE GOLDEN HOUR: Sonatas para violín y viola da gamba de Leclair, Boismortier, Dornel, Rebel y Francoeur.

Juntos realizan una prodigiosa labor de delicadeza, expresividad y elegancia. Una maravilla.

Alpha nos propone una instantánea crepuscular del momento en el que la viola da gamba comienza su declive y el violín su auge en la Francia del XVIII. Para ello, presenta una fusión entre los dos instrumentos que tiene mucho de fantasioso; una fusión que solo tuvo predicamento, unas décadas antes, en Alemania (Buxtehude, Reincken, Schenk…). Así, el trío de Boismortier está concebido para violín y violonchelo y los de Leclair, para dos violines. El de Dornel, ciertamente, deja abierta la cuestión (Sonates en Trio, pour les Flûtes Allemandes, Violons, Hautbois, &c). Solo las sonatas de Rebel y Francoeur tienen partes obligadas para viola —aunque en el segundo caso con alternativa de violonchelo—. Al margen de esta cuestión, de escasa relevancia, dada la flexibilidad del orgánico camerístico en la época, lo importante es que la música es memorable: una antología de joyas de la sonata en trío francesa, que tantas veces permanecen ocultas. Escúchese la deliciosa ternura del Largo de la sonata de Boismortier (Op. 50), la profunda melancolía de los movimientos homónimos de la Sonata Op. 13, no 2 de Leclair o la integridad de la Sonata no 12 del Libro II de Francoeur, un milagro musical que aúna melodismo con perenne nostalgia (¡qué inexplorado está este grandísimo compositor!).

Al magnífico resultado contribuyen en gran medida los músicos convocados. Se trata de tres jóvenes instrumentistas emergentes: el clavecinista Olivier Fortin, a quien conocemos de sobra como líder del excelente Ensemble Masques, Lucile Boulanger, magnífica gambista, y el más desconocido Simon Pierre, violinista bordelés que participa regularmente con grupos como el Ensemble Correspondances o Le Banquet Celeste y que aquí da muestras sobradas de su enorme calidad. Juntos realizan una prodigiosa labor de delicadeza, expresividad y elegancia. Una maravilla.

Javier Sarría Pueyo

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