Os adjunto la crítica del último disco de Les Musiciens de Saint-Julien: «Beauté Barbare» en la revista Scherzo
Telemann, como es bien sabido, fue un auténtico pionero en mostrar interés por la música popular, que le fascinó al descubrir, sirviendo en Sorau, la música polaca y hanaka (morava) “en su auténtica y bárbara belleza. Es inimaginable qué extraordinarias invenciones realizan los cornamusistas y violinistas [con un instrumento de afinación muy aguda] cuando improvisan… Cualquiera que preste atención —y él lo hizo— podría reunir en ocho días ideas para toda su vida”. Y no olvidó incorporar polonesas y aires similares en muchas de sus obras, “incluso en las más serias”.
Recuperar aquellas músicas bárbaras, contrastarlas con las obras de Telemann ha sido tarea que, de vez en cuando, ha ocupado, con fortuna diversa, a los intérpretes actuales.
Hoy es François Lazarevicht quien se lanza con entusiasmo a la tarea, elaborando suites de músicas tradicionales polacas, moravas, rumanas y de otras procedencias que contrapone a movimientos telemanianos también extraídos de su ubicación original y yuxtapuestos para conformar virtuales obras. Quizá sea éste el aspecto musicológicamente menos plausible de todo lo presentado en este disco. Pero no se puede negar el interés que para el oyente tiene la sucesión de melodías tradicionales, instrumentales y vocales, en este caso a cargo de la polifacética violonchelista Hélène Richaud, de muy bella voz, y empleando una amplia panoplia de instrumentos tradicionales —el propio Lazarevicth toca media docena de instrumentos barrocos y populares— junto con los fragmentos de Telemann, en cuya lectura se acentúan, lógicamente, los rasgos que pueden ser asociados a aquellas músicas bárbaras. Y, hay que subrayarlo, la interpretación rezuma nervio, vida, ritmo, pero también delicadeza y poesía —alguna obra vocal es, simplemente, fascinante—. Un disco con sus heterodoxias, pero muy disfrutable.
Mariano Acero Ruilópez