Os adjunto la crítica del último disco de Ensemble Diderot: «Sonate a Quattro» en la revista Scherzo

Tras una década con la sonata en trío como centro de su dedicación artística, el Ensemble Diderot se adentra en el exclusivo universo de la sonata a quattro. Aunque los quadri o quatuors de Telemann son bien conocidos en la formación a cuatro, aquí degustamos un manjar diferente: el eslabón entre el trío barroco y el cuarteto clásico: dos violines, una viola y el bajo continuo, que ya constituía el estándar de la orquesta barroca italiana.

La diferencia es que aquí nos hallamos en presencia de música de cámara strictu sensu, que no admite ripieno. Esta música está concebida para la interacción de músicos individuales, de suerte que, eliminando del bajo el instrumento armónico (el clave), ya hemos penetrado el umbral del cuarteto de toda la vida.

Cinco son los compositores convocados, cada uno con una obra, todas diferentes y muy características. Los compositores más conspicuos en el uso del contrapunto son, paradójicamente, los más modernos. Johann Gottlieb Goldberg (sí, el de las variaciones) demuestra su filiación bachiana con unas fugas extraordinarias, casi experimentales y especulativas, en los movimientos rápidos, en una pieza de un dinamismo contagioso.
El silesio Johann Gottlieb Janitsch aúna su gusto por el contrapunto con unos aires muy galantes (y empfindsamer). Escuchando el Allegro un poco moderato, uno se siente a un paso del joven Haydn. Telemann aporta melodismo y teatralidad; Fasch, elementos concertísticos y un gran lirismo en los largos; y Haendel, toda la jovialidad y riqueza de sus sonatas-collage, en esta ocasión, la no 4 de su Op. 5.

La interpretación se orienta, como la propia música, hacia la comunión camerística de los cinco músicos intervinientes —los de siempre más el magnífico violista Alexandre Baldo—, quienes logran una compenetración del máximo nivel, con un vigor y musicalidad soberbios.

Javier Sarría Pueyo

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