Criptodanza y danzas cortesanas

Para este sorprendente encuentro entre el siglo XVII y el mundo contemporáneo, las cuerdas de tripa y los cables eléctricos, la música barroca y el French Touch, Lucile Boulanger y Calling Marian nos dicen: «vais a tener que bailar». Los gambistas del público enarcan un poco las cejas antes de lanzar sus gambitos al suelo: porque sí, incluso (y sobre todo) Luis XIV escuchaba música bailando, música que se escucha «con el cuerpo», como dice Calling Marian.

Puede que no tenga la majestuosidad del Rey Sol, pero aun así se dejará llevar, con piezas sacadas de Marin Marais o inspiradas en Jean-Michel Jarre, o quizá ambas cosas a la vez. Sólo hay un paso entre el French Touch y la danza francesa, y es el baile, claro.

Un duelo de caracteres

Entre la impresionante técnica y virtuosismo de Lucile Boulanger a la viola de gamba, y la fluidez de Calling Marian, nos preguntamos quién convencerá (más) al público esta noche. En el lado clásico, Lucile Boulanger da rienda suelta a los aspectos melódicos de su interpretación: lejos del marco rígido de las partituras (que conoce como la palma de su mano, como en la magnífica Folia), la gambista se revela en una interpretación espontánea en la que el compás juega con la nota. Su técnica está totalmente al servicio de su inspiración. Aunque algunos se lamenten de no haber tenido suficiente barroco esta noche, y a otros les hubiera gustado convertir la pista de hielo en un verdadero club, son los dos artistas juntos los que dan a esta velada su sabor especial

Entre los picos del arco y las púas musicales (¿o es al revés?), los dos músicos han comprendido claramente que es tocando juntos como se hacen las cosas, y en 70 minutos habremos imaginado a Lully como un loco de discoteca, y a Étienne de Crécy con una peluca empolvada.

En el 3er y último momento de una velada frenética, una pareja artística insólita se prepara para interpretar su programa (muy) libre: la viola da gamba de Lucile Boulanger se encuentra con los tocadiscos de Calling Marian para un tour de piste a la Versalles que le dejará boquiabierto.

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